Dios No Hizo Fronteras

Coordinadora de Asuntos Migratorios, Incidencia y Misión en el Triángulo Norte de Centroamérica

Invierno 2023

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Estimadas Amigas e Estimados Amigos

En 2023, Noemí pasó un mes en los Estados Unidos con el Programa de Labor de Paz de la PC(USA), y juntas, varias Hacedoras de Paz conocieron la frontera entre Estados Unidos y México. Tuve el privilegio de acompañarlas. Cuando fuimos a la frontera, conocimos la historia de un joven salvadoreño quien, dos meses antes, tuvo que salir de su casa, comunidad y país para ir a los Estados Unidos, pero bajo condiciones extremadamente distintas. 

Por cuestiones de políticas migratorias y la urgencia de su salida, al joven le tocó ir de manera irregular, cruzando los bosques y ríos de Centroamérica, subiendo por México y finalmente caminando por el desierto para llegar a la frontera con los Estados Unidos. En El Salvador, los peligros y riesgos de la migración irregular son conocidos; una persona encomienda su vida en las manos de las personas encargadas de albergues, sean iglesias como la orden Scalabriniana o de personas individuales, y está a la merced de los coyotes y el crimen organizado. Su estatus migratorio le coloca en una situación de vulnerabilidad; si una persona está en un país sin documentación, con demasiada frecuencia no puede acceder a servicios de salud, no puede denunciar la violencia cometida contra ella, ni puede asegurar el cumplimiento de sus derechos laborales por miedo a la deportación. Esta es la misma historia de muchas personas que migran. 

La deportación o la expulsión significa, con demasiada frecuencia, la muerte. Puede ser la muerte rápida y directa de una persona que huye de las pandillas, como señala el informe de Human Rights Watch “Deportados al Peligro”. O puede ser la muerte indirecta y lenta de la pobreza, como señala el teólogo salvadoreño Jon Sobrino en su libro Cristo Liberador. El erudito Daniel Kanstroom critica la falta de proporcionalidad que permite que un proceso civil como la expulsión se convierta en este tipo de sentencia de muerte. Migrar de manera irregular requiere que uno se esconda para sobrevivir, que camine en la sombra de la muerte. 

Estas realidades son conocidas por muchas personas de segunda mano; toda persona ha escuchado las historias de terror y dolor de las personas migrantes. Pero muy pocas personas han conocido la frontera donde todo pasa, ni las organizaciones que intentan mejorar esta situación. 

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“Ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos del pueblo elegido y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular.” -Efesios 2, 19-20 

Todos los años, el Programa de Labor de Paz de la Agencia Presbiteriana de Misión facilita el programa de Personas Hacedoras de Paz Internacionales, un programa que reúne una cohorte de personas de todas partes del mundo para viajar un mes en los Estados Unidos y compartir sobre su trabajo en sus comunidades, países y contextos. En 2023, dos Hacedoras de Paz participaron de El Salvador, y juntas con una Hacedora de Paz de Grecia, Efi Latsoudi, fueron a la frontera entre Estados Unidos y México para conocer la realidad ahí, y para compartir sobre la realidad en torno a la migración en Grecia, El Salvador y los Estados Unidos. 

Caminamos por el desierto y conocimos los senderos de migrantes, el famoso muro y las cámaras que vigilan el desierto. Caminamos bajo el sol por arroyos secos y vimos la escasez de agua. Lo que cruzamos en horas en camión se cruza en días caminando, aguantando el frío de noche y el calor de día. 

Después, realizamos una reflexión bíblica en grupo con el grupo de asistencia humanitaria que nos acompañaba. Leímos Efesios 2, 16-20, escuchamos la historia del joven que tuvo que migrar irregularmente, y en un círculo, compartimos qué reflexión nos inspiró el texto sobre el poder unificador del Espíritu santo, y esta visión profética de un pueblo ya no extraño ni extranjero. Toda persona lamentó la crueldad humana que hace que caigamos cortos a esta visión, pero las palabras de Noemí en particular impactaron nuestra reflexión. Más o menos resumido, afirmó que “Dios no hizo fronteras”, y lamentó las dificultades que enfrentó el joven que tuvo que irse de El Salvador en búsqueda del anhelado sueño americano. Al ver el camino que le tocó pasar, le impactó con una gran tristeza e inmenso dolor. “Si Dios no hizo fronteras, no entiendo ¿por qué ponen tantos obstáculos a uno? Por solo buscar una vida mejor.” 

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“¿Por qué ponen tantos obstáculos?” -Noemí 

 Como iglesia cristiana, creemos en un Dios que busca la conexión y unión de su pueblo disperso. La Nueva Jerusalén es una visión de personas de todas las naciones. El Pentecostés facilita la comunicación intercultural y el derrumbe de barreras. Jesús intercambia con mujeres cananeas y samaritanas. Y Levítico 19, 33-34 lo deja claro: “Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor su Dios.” Entonces es claro, desde las escrituras, tenemos el deber no solamente de aceptar y ayudar a la persona extranjera, sino hasta amarla

Pero entonces resuena aún más fuerte la pregunta: ¿por qué ponemos entonces tantos obstáculos? 

Según el sociólogo Douglas Massey, en su ensayo “Orígenes de la nueva clase subalterna latina”, esta marginación sirve no solamente para prevenir la migración, sino para asegurar una clase obrera explotable, y que esta clase explotable sea principalmente de personas latinas. Hemos visto que migrar sin documentación coloca a las personas en una situación de vulnerabilidad porque no pueden acceder a sus derechos. Si una persona viola sus derechos laborales, no puede poner una queja. Si enfrenta la violencia o abuso sexual, no puede acudir a la policía para denunciar. El resultado, entonces, es que hay una creciente clase de personas a quienes se puede pagar mal y abusar laboralmente, físicamente, sexualmente y emocionalmente. Esta clase explotable es el resultado de la política migratoria de los Estados Unidos; la amenaza de la deportación es lo que genera las condiciones necesarias para esta explotación. Estas políticas configuran una casta racial y resulta la unión pecaminosa entre la xenofobia, el racismo y la explotación económica. Y sabemos de Éxodo 22, 21 que Dios se opone a la explotación de la persona extranjera: “No maltrates ni oprimas a los extranjeros en ninguna forma. Recuerda que tú también fuiste extranjero en la tierra de Egipto”. 

Para que esta población pueda ser explotada (una explotación que es pecado), algunas personas deben ser sacrificadas a la deportación. Jon Sobrino denomina las masas empobrecidas por los pecados de los ricos “el pueblo crucificado”, y parece que se puede incluir también las personas migrantes deportadas dentro de esta comprensión. Para su explotación, algunas personas son “crucificadas” por la deportación (una sentencia, como vimos arriba, de muerte). 

¿Por qué ponen tantos obstáculos? Porque estos obstáculos satisfacen las exigencias de los pecados de xenofobia, racismo y explotación económica. La militarización de la frontera y la criminalización de la migración son las maneras a través de las cuales se garantiza la institucionalización de este pecado que se vuelve estructural. Se vuelve tan estructural que hasta personas cristianas que queremos ejercer nuestra fe de ayudar, abrazar y amar a nuestro prójimo somos restringidas en nuestra capacidad de hacerlo. Es por eso que las iglesias debemos luchar por un tratamiento digno a las personas migrantes. 

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“Dios no hizo fronteras.” -Noemí 

En Agua Prieta, conocimos personas trabajando para cambiar esta realidad desde la frontera misma. Nuestros socios y nuestras amistades en Frontera de Cristo apoyan a varios ministerios y comparten las historias con grupos visitantes como el nuestro. Ángeles en el Desierto ponen agua y regalan comida a las personas que llegan con hambre y sed en el desierto. El Centro de Recursos para Migrantes recibe y orienta a las personas migrantes para buscar un camino regular y evitar que caigan en las manos del crimen organizado. Es un trabajo que aborda todo aspecto de las necesidades de las personas migrantes, desde sus necesidades inmediatas de emergencia hasta la socialización de información y la movilización de otras comunidades e iglesias para hacer incidencia sobre las políticas de migración. Es un trabajo que solo se puede realizar uniéndonos para luchar en conjunto por un mundo mejor. 

Motivadas por nuestra fe, varias iglesias nos estamos uniendo para continuar en este mismo camino de cambiar esta realidad. Creemos en un Dios de la vida que desea la acogida para las personas migrantes, que desea la bienvenida y la hospitalidad, y que se opone a la explotación y la opresión de las personas migrantes. Vemos el rostro de Dios en personas como el joven de la historia tal como el de Noemí, y creemos firmemente en nuestro llamado de luchar contra la injusticia que enfrenta. 

Este grupo se conviene para promover la aceptación y el cumplimiento de los derechos de las personas migrantes. En marzo del año 2024, se lanzará la Red de Misión sobre Migración en Centroamérica. Este esfuerzo responde a una resolución de la Asamblea General de 2018, y luchará para poner fin a esta violencia y esta muerte, y recibir a la persona migrante como dice la Biblia, como nacido entre nosotros. Luchará por un mundo que reconozca que “Dios no hizo fronteras.” 

Si a usted le interesa participar en estos esfuerzos, con su presencia o con un apoyo financiero al evento del lanzamiento, se puede escribir a Joseph Russ directamente o revisar la invitación al evento aquí

Muchas gracias, 

Joseph


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