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Una Gran Hora Para Compartir lleva esperanza y sanidad a las personas más vulnerables

La ofrenda anual ayuda a restablecer vidas y medios de subsistencia en Estados Unidos y en todo el mundo

por Emily Enders Odom

LOUISVILLE — Para Shawn Duncan, son las pequeñas cosas, como recibir una tarjeta de cumpleaños, las que significan mucho.

Duncan, un veterano militar que vive en Las Vegas, hacía años que no tenía un buzón de correo. Ni un hogar.

El originario de Michigan había estado luchando durante años contra la falta de hogar y problemas de salud mental, incluyendo el trastorno de estrés postraumático (TEPT), cuando un encuentro fortuito en Facebook con su antiguo pastor de juventud cambió el rumbo de su vida.

“No había hablado con él en años, pero me llamó y me dijo: ‘Oye, hablemos'”, recuerda Duncan. “Y oramos. Fue entonces cuando me presentó a Caridad y a Merideth”.

Caridad Gardens, una organización sin ánimo de lucro de Las Vegas dedicada a ayudar y “humanizar a las personas sin hogar”, ofrece capacitación en habilidades laborales y programas de bienestar mental, emocional y físico. Su fundadora, Merideth Spriggs, una ex pastora de jóvenes, también estuvo sin hogar en un momento de su vida.

Spriggs comenzó la organización en San Diego, poco después de que la universidad donde había trabajado la despidiera. Como resultado, perdió todo, incluyendo su vivienda.

“Me di cuenta de que si la falta de hogar me podía pasar a mí, le podía pasar a cualquiera”, dijo Spriggs, que trasladó a Caridad a Las Vegas en 2013.

El enfoque centrado en la calle, el “enfoque de conserje” V.I.P. de Caridad Gardens es posible, en parte, gracias a una subvención del Comité Presbiteriano para el Autodesarrollo de los Pueblos (SDOP por sus siglas en inglés), que a su vez recibe el apoyo de las generosas donaciones del pueblo presbiteriano a Una Gran Hora para Compartir (OGHS).

Durante 75 años, su propósito de ayudar al prójimo necesitado en todo el mundo ha permanecido constante, ofreciendo a la IP (EE. UU.) y a otras denominaciones cristianas una forma tangible de compartir el amor de Dios. Además del SDOP, Una Gran Hora de Compartir también apoya a los ministerios del Programa Presbiteriano contra el Hambre, y la Asistencia Presbiteriana en Desastres.

Aunque la Ofrenda puede se dada en cualquier momento, la mayoría de las congregaciones la reciben el Domingo de Ramos o el Domingo de Resurrección, que este año caen el 24 y el 31 de marzo, respectivamente.

“Merideth no es alguien que se limita a hablar de algo”, dijo Duncan. “Está haciendo algo de verdad. No se dedica necesariamente a machacar a la gente con la Biblia; la vive, la practica y trata a la gente con bondad y respeto. Me da un sentido de pertenencia.. Me habla de algo de lo que quiero ser”.

A medida que la misión de Caridad sigue expandiéndose, la organización ha incorporado a dos nuevos aliados. Caridad asumió la supervisión de Hebron, un complejo de viviendas de renta baja para personas veteranas, sin hogar y ancianos, y consiguieron el uso de una granja a través de Las Vegas Rescue Mission.

Duncan está agradecido a la Caridad por proporcionarle una vivienda y un empleo estable, así como por ayudarle a obtener el asesoramiento y los medicamentos que necesita.

Pero para Duncan, lo más importante es el sentido de comunidad.

“Conocer a gente y entablar relaciones en las que compartimos cosas comunes, nuestra lucha contra la salud mental, nuestra lucha contra la falta de vivienda, podemos apoyarnos mutuamente”, dijo.

La ofrenda mejora la vida y los medios de subsistencia de las mujeres de Malawi

A un mundo de distancia, en Malawi, un país del sudeste africano, mujeres como Tinenenji Kalamba también dan mucha importancia a la comunidad, principio rector del Centro de Panadería y Valor Añadido para Mujeres. El programa es un proyecto de Kasupe Ministries, una organización no gubernamental registrada en Malawi.

Kasupe se diseñó originalmente para hacer frente a la escasez de alimentos nutritivos y sanos en la región de Kasupe, haciendo que las mujeres produjeran y vendieran una variedad de productos de panadería y productos agrícolas.  La panadería no sólo empleaba a mujeres locales como panaderas, sino que, antes de que llegara el ciclón tropical Freddy en la zona en marzo de 2023, también reforzaba la producción de los agricultores y fortalecía la economía.

Kalamba estaba demostrando ser una líder ejemplar cuando la devastadora tormenta arrasó con las vidas y los medios de subsistencia de miles de personas. No era el futuro esperanzador que esta mujer de 42 años, dos veces viuda, se había imaginado cuando puso en marcha la panadería en el 2022 con el apoyo financiero del Programa Presbiteriano contra el Hambre (PHP).

Aunque Kalamba abandonó la escuela a los 12 años, es ampliamente reconocida como la mujer con visión de negocios detrás del éxito de la panadería.

“Desesperadamente quería liderar”, dijo. “Me di cuenta de que este proyecto tenía potencial y quería estar en primera línea. No puedo mentir, también quería beneficiarme, ya que pensé que necesitaba más dinero que el resto”.

Kalamba es VIH positivo, por lo que necesita un régimen de antirretrovíricos que no siempre están disponibles gratuitamente. Además, tiene nueve bocas que alimentar: ella, sus cuatro hijos, los dos hijos de ellos y los dos nietos de su hermana fallecida. Trabaja para darles una mejor vida.

“Quiero asegurarme de que mis hijos avancen en la escuela”, dijo. “Sueño con que vayan a la universidad y les digo que nunca sean como yo cuando se trata de cuestiones escolares. Les enseño a trabajar duro, temer a Dios y enfrentar siempre los desafíos de frente”.

Gracias al liderazgo fiel de Kalamba, la operación de la panadería sobrevivió al ciclón.

Y gracias a una subvención del PHP, posible gracias a las generosas donaciones del pueblo presbiteriano a Una Gran Hora para Compartir, el alcance humanitario de los Ministerios Kasupe puede continuar sin interrupciones.

“Tinenenji es el primero en llegar y el último en salir de la panadería”, afirma el Dr. Fletcher Padoko, director ejecutivo de Kasupe Ministries. Su objetivo a largo plazo es revertir la pobreza generacional y erradicar las enfermedades prevenibles, en concreto el VIH/SIDA, en colaboración con organizaciones cristianas no gubernamentales de Malawi.

Valéry Nodem, asociado del PHP para Iniciativas internacionales contra el hambre, dijo que en los años que ha trabajado con Kasupe, “siempre se asombra de lo mucho que pueden hacer con tan poco”.

“Lo que es único acerca de Kasupe es su enfoque, sobre todo su forma de relacionarse con la comunidad”, afirma Nodem. “Son de base, no de arriba hacia abajo. Van a las comunidades y averiguan qué necesitan. Aunque no tengan el dinero de inmediato, ponen en marcha los programas. Están causando un gran impacto con lo que tienen”.

Aunque el proceso de reconstrucción después del ciclón ha sido duro para los habitantes de las aldeas, las mujeres como Kalamba aún son capaces no sólo de sobrevivir, sino de prosperar en este entorno hostil.

“Kalamba se destaca para ser contada no solo como una participante en la vida comunitaria, sino como una líder”, dijo Padoko.

Restaurar hogares al borde del desastre

De forma similar, w[*quien ha pedido que sólo se utilice su primer nombre] pensó que había visto lo peor que podían hacer las catástrofes naturales y provocadas por el hombre.

Durante más de una década, ella y su familia resistieron la crisis humanitaria y económica de Siria, las continuas hostilidades localizadas en el país y el colapso de sus infraestructuras.

Pero ahora, tras el devastador terremoto de magnitud 7.8 que sacudió a Siria y Turquía en 2023, la casa de la supervisora escolar de toda la vida comenzó a derrumbarse bajo sus pies.

“El edificio en el que vivimos tenía grietas”, dijo. “En nuestro apartamento había grietas en las vigas, las columnas y la pared”.

Sin embargo, a pesar de los importantes daños sufridos por su casa y del peligro que corría su familia, se quedaron.

Aunque la mayoría de sus vecinos habían abandonado el inseguro edificio de apartamentos, la familia de Bernadette permaneció en su casa porque no tenían otra opción. No sólo no tenían otra familia que los acogiera, sino que sencillamente no podían permitirse pagar los crecientes gastos de alquiler en otros lugares. Entre su escaso salario y el de su esposo, incluso más bajo que el suyo, sus ingresos combinados apenas eran suficientes para satisfacer las necesidades básicas de la familia.

“Nuestra situación económica es muy mala”, dijo Bernadette. “Sólo podemos comprar a diario alimentos esenciales como pan, arroz, bulgur y aceite vegetal en pequeñas cantidades”.

En medio de condiciones tan desesperadas, familias al borde del abismo, muchas sin acceso a agua, refugio, educación, atención médica y otros servicios esenciales, el Concilio de Iglesias del Medio Oriente (MECC), un aliado a largo plazo de la IP (EE. UU.), trabaja incansablemente para aliviar el sufrimiento del pueblo sirio.

“Lo que ofrecemos puede traer esperanza y mostrar solidaridad”, dijo Samer Laham, director regional de Diakonia, la rama del MECC que administra sus programas sociales, humanitarios y de desarrollo.

“Cada vez que las personas no pueden garantizar las necesidades básicas, algunas familias adoptan mecanismos negativos para hacer frente a la situación, como reducir las comidas, recurrir al trabajo infantil o, como último recurso, muchos encuentran la manera de abandonar Siria”, añadió. “Lo que hace el MECC es tratar continuamente de apoyar al pueblo de Siria. Hemos ayudado a familias como la de Bernadette, cuyas casas resultaron dañadas por el terremoto de Alepo, trabajando para que vivan en un edificio estable donde su niñez pueda dormir segura”.

La misión humanitaria del MECC es posible, en parte, gracias a una subvención de la Asistencia Presbiteriana en Desastres (PDA por sus siglas en inglés), que a su vez recibe apoyo de las generosas donaciones del pueblo presbiteriano a Una Gran Hora para Compartir.

“La relación de la IP (EE. UU.) con el MECC se remonta a los inicios del consejo en 1974”, declaró Dayna Oliver, asociada de Administración de Programas Internacionales de la PDA. “Es gracias a nuestra larga asociación con el MECC que podemos implementar de manera más efectiva la misión y las actividades de la PDA con aliados locales que están en el terreno”.

Debido a la magnitud de la crisis en Siria, las intervenciones del MECC fueron muy estratégicas en su naturaleza, diseñadas para contribuir al bienestar general de los más vulnerables.

“No nos limitamos a distribuir alimentos o kits de higiene, sino que creamos un comité especial de ingeniería para evaluar los daños de los edificios afectados por el terremoto”, explicó Laham.

Bernadette, está agradecida de que su edificio pudo ser estabilizado y su apartamento rehabilitado.

“Ahora que tenemos nuestro lugar de vida seguro nuevamente, solo podemos ofrecer nuestras oraciones y agradecimientos a todos los que han dado tan generosamente”, dijo.  “Nuestras oraciones también van dirigidas a todos los que están a nuestro lado y recogen la Ofrenda para aliviar nuestras cargas económicas y alentarnos a quedarnos en nuestro país y seguir dando testimonio de nuestra fe cristiana”.

Done a Una Gran Hora de Compartir para apoyar el Autodesarrollo de los Pueblos, el Programa Presbiteriano contra el Hambre y la Asistencia Presbiteriana en Desastres.


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