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Donde está el corazón

La Ofrenda de Gozo de Navidad ayuda a una persona misionera jubilada a encontrar un hogar

por Emily Enders Odom

A Ward family photo includes Sue Anne Fairman. (Contributed photo)

LOUISVILLE – Si el hogar está donde está el corazón, entonces el corazón de Sue Anne Fairman tiene la bendición de llamar hogar a varios lugares.

Para la anciana gobernante y diaconisa presbiteriana, para quien la llamada a la misión ha definido toda su vida, New Wilmington (Pensilvania) es su hogar.

La pequeña ciudad no sólo alberga el alma mater de Fairman, el Westminster College (sede de la Conferencia Misionera de New Wilmington, donde también trabajó durante 10 años como directora de oficina), sino también la Iglesia Presbiteriana de New Wilmington, que la apoyó a ella y a su ex esposo durante sus años como trabajadores misioneros internacionales.

Pero su hogar siempre será Kenia, donde vivieron y trabajaron entre la población Maasai, en el suroeste del país. Fue allí donde Fairman cultivó su amor por la alfabetización, crió y educó en casa a dos hijas y pasó 14 de sus casi 25 años de servicio misionero como voluntaria en el Orfanato Madre Teresa de Nairobi.

Desde diciembre del 2020, su hogar es también Shenango on the Green, una comunidad presbiteriana de atención continua, donde Fairman es una voluntaria activa. También es donde se despidió de su propia madre, que vivió y murió allí.

Sin embargo, Fairman no habría podido llamar a Shenango on the Green su hogar de no haber sido por la intervención de su amigo de años y compañero de universidad, el Rvdo. David Dawson, ex presbítero ejecutivo del Presbiterio de Shenango.

Cuando se enfrentó inicialmente a las realidades financieras de mudarse a una comunidad de mayores, Fairman dijo que se sentía “más que un poco estresada”.

“Me preocupaba mucho vivir en este nuevo lugar con el alquiler mensual subiendo, y mis ahorros bajando”, dijo. “Entonces almorcé con mi amigo Dave, que me dijo: ‘¿Por qué no solicitas a la Junta de Pensiones una ayuda para ingresos y vivienda?’, de la que nunca había oído hablar. Explicó que estaba destinado al pastorado jubilado y a las personas que trabajaban en misiones, en caso de necesidad económica. Cuando hice la llamada e investigaron mi situación, consideraron que cumplía los requisitos”.

Fairman dijo que el día que recibió la carta de aceptación de la Junta de Pensiones se sintió validada.

“La mayoría de mis años de servicio como esposa de pastor y misionera en Kenia no estaban cubiertos por la Junta de Pensiones, porque [mi ex esposo] fue quien fue llamado al ministerio”, dijo. “Cuando recibí la carta que decía que me habían aceptado, lloré. Significaba mucho para mí. No puedo expresar lo mucho que esta ayuda financiera me ha validado a mí y a mis años de ministerio”.

El apoyo que recibe Fairman es posible, en parte, gracias a la Ofrenda de Gozo de Navidad anual de la IP (EE. UU.), una apreciada tradición presbiteriana desde la década de 1930, que distribuye donativos a partes iguales al Programa de Asistencia de la BOP y a las escuelas y universidades presbiterianas que equipan a las comunidades de color.

El Programa de Asistencia concede subvenciones en función de las necesidades para ayudar a las personas miembro activas y jubiladas del plan, así como a sus familias. Los Suplementos de Ingresos ayudan a las personas jubiladas y a cónyuges sobrevivientes en situación de necesidad, elevando hasta determinados niveles los ingresos mensuales de quienes habían percibido salarios modestos.

“El compromiso de la Junta con la diversidad, la equidad y la inclusión incluye el desmantelamiento de estructuras que hasta ahora sólo habían servido a unas pocas personas”, declaró Ruth Adams, directora del Programa de Asistencia. “El Programa de Asistencia se ha tomado muy a pecho esta misión ampliando el acceso a los programas existentes y creando otros nuevos durante los dos últimos años. El cambio en la participación en el plan de pensiones para los complementos de Vivienda e Ingresos ha supuesto que pensionistas que sirvieron a la iglesia durante muchos años sin recibir prestaciones completas puedan optar ahora a recibir ayudas de la Junta de Pensiones en su jubilación”.

Estos cambios han beneficiado directamente a fieles trabajadores eclesiásticos como Fairman, cuyo servicio, difícil pero profundamente gratificante, no siempre iba acompañado de los correspondientes créditos de pensión.

“Los años que nuestra familia pasó en el suroeste de Kenia fueron los más difíciles porque no me gusta acampar”, recuerda. “Vivíamos en una casa sin electricidad, con una bañera detrás de la casa, una letrina al aire libre y escasez de agua. Después me bañé yo, se bañaron las niñas y pusimos la ropa en remojo toda la noche”.

Las dos hijas de Fairman, Julie Fairman Ward y Joy Fairman Huston, recuerdan bien aquellos años de penurias y alegrías.

En la actualidad, Ward vive en Medford (Oregón), donde su esposo, Chris, es pastor de la Iglesia Presbiteriana de Westminster; mientras que Huston y su esposo, Bryan, viven en Youngstown (Ohio), donde ella es enfermera educadora del Mercy Healthcare System de Estados Unidos.

Sue Anne Fairman’s service to the Presbyterian Church (U.S.A.) included many years serving in Kenya. (Contributed photo)

Ward dijo que la vida de su madre en Kenia “era como algo que la gente sólo lee en los libros”, incluyendo vivir con picaduras de escorpión y asegurarse de que no entraran serpientes en casa cada vez que abría la puerta.

“Dios realmente me dio la fuerza para hacer todo eso”, reconoció Fairman. “Creo que, exceptuando los años en que estuve al servicio de los orfanatos de la Madre Teresa en Nairobi, ésta ha sido la época más formativa de mi vida”.

Y su trabajo en los orfanatos de la Madre Teresa resultó ser formativo en un sentido quizá aún más transformador, e incluso encarnacional.

“Un día nació una niña en la clínica, en manos de algunas de las hermanas, una mañana en la que yo estaba allí de voluntaria”, recuerda Fairman. “Las hermanas me dijeron: ‘Vamos a lavarla y a ponerle ropa limpia, y tú puedes ser su madre por un día’. Tuve a esa niña en brazos y, con el tiempo, mi hija Julie y su esposo Chris la adoptaron. Aquella mañana no tenía ni idea de que estaba sosteniendo en brazos a mi propia nieta, Imani, que ahora tiene 23 años, vive en Oregón con sus padres, trabaja en una clínica veterinaria y se abre camino por sí misma.”

El recordar a la preciosa niña que le fue entregada en sus manos y luego en sus brazos y cómo tuvo, en su momento, el privilegio de elegir a su propia futura nieta, llena a Fairman de gratitud por su vida en misión y por el papel que la generosidad presbiteriana desempeña para hacer posible ese servicio.

“Las personas que han trabajado en la Iglesia durante mucho tiempo y bien, merecen que se les reconozca el esfuerzo realizado a lo largo de su vida”, afirmó. “Hoy en día hay tantas personas que pasan dificultades económicas a causa de la inflación y otros problemas, que necesitan ayuda. Sus donaciones a la Ofrenda de Gozo de Navidad sirven para validar su vida y su ministerio”.


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